"EL ARTE DE TENER SIEMPRE RAZÓN (Y SUS DESVENTAJAS)
TENER LA RAZÓN NO ES NECESARIAMENTE LO MISMO QUE ESTAR EN PRESENCIA DE LA VERDAD.
Puede parecer un truco jedi o zen, pero la mejor manera de tener la
razón es no participar en discusiones. ¿Pero quién puede resistir la
tentación de mostrar sus mejores argumentos y de tratar de persuadir a
los demás de que lo que nosotros pensamos es lo correcto? No importa que
se trate de un thread de comentarios en una página web o de una cena
familiar: hay gente que querrá tener siempre la razón, cueste lo que
cueste.
¿En qué momento una conversación se transforma de un civilizado
intercambio de ideas en una guerra de volúmenes de voz hasta que alguien
comienza a insultar abiertamente al otro? Los manuales de retórica nos
dirán que los argumentos ad hominem (aquellos dirigidos contra
nuestro interlocutor de manera personal y no contra sus ideas o
posiciones) son un recurso legítimo para ganar una discusión; sin
embargo, el psicólogo Drew Westen demostró en un pequeño experimento que
el ganar una discusión deja inmovilizada nuestra capacidad de
pensamiento lógico y razonamiento; en otras palabras, los que quieren ganar un argumento por cualquier medio deben dejar de pensar.
Westen basa su hallazgo en un experimento con partidarios políticos
de las elecciones presidenciales en EU del 2004, entre los candidatos
George Bush Jr. y John Kerry. A un grupo de partidarios de ambos
candidatos se les mostraron videos donde sus candidatos salían
contradiciéndose a sí mismos. Lo que ocurrió en sus cerebros al ver que
los políticos contradecían sus propias visiones de mundo fue que las
zonas del cerebro que controlan el razonamiento lógico se adormecieron,
mientras que aquellas partes que controlan la hostilidad (el reflejo de
respuesta al ataque en una pelea, por ejemplo) se activaron.
Los participantes del experimento se sienten, entonces, atacados
personalmente y reaccionan no desde una trinchera lógica sino visceral:
la nueva información no halla donde “archivarse” dentro de una lógica
militante, por lo que se transforma en agresión. Esto ocurre, según
Westen, porque en esos momentos no queremos persuadir al otro de
nuestros puntos de vista, sino defender nuestros propios argumentos
(nuestra propia adhesión a una verdad adquirida) de cualquier cosa que
pudiera dañarla. (El resto de los experimentos y cómo afectan la vida
pública de un país pueden consultarse en el libro de Westen, The Political Brain.)
En otras palabras: una conversación se vuelve una discusión violenta
cuando la verdad deja de importarnos, y comenzamos a discutir dentro de
una metáfora de guerra, donde vencer lo es todo. Como atestiguan muchos
personajes que quisieron tener la razón a toda costa (pensemos en
Roberspierre, Stalin, Hitler o Mao), la imposición violenta de una
opinión no la vuelve verdadera, y aquel que desea imponerla corre el
riesgo de convertirse en un tirano.
No es difícil ver este comportamiento en cualquier terreno donde
exista más de un punto de vista dominante o entre partidarios de
diferentes aspectos de una misma cosa: en lo profesional al igual que en
lo personal, la gente cree que tener la razón es el equivalente a tener
un status jerárquico superior al del otro.
La dialéctica y la filosofía enseñan que pueden existir verdades
contradictorias, y que las respuestas importan menos que el
planteamiento correcto de las preguntas. Pero este “correcto
planteamiento” sólo puede hacerse cuando los interlocutores están
dispuestos a poner en crisis su propia visión del mundo; la actitud
filosófica sería la que desea conocer la verdad auténtica, incluso
concediendo que nuestras propias herramientas emocionales e
intelectuales pueden estar mal calibradas; es decir, que al retórico y
al político les interesa tener la razón por razones de poder, mientras
que a los pensadores libres les interesa plantear los términos en que
una verdad puede conocerse o rechazarse definitivamente.
Si de cualquier forma lo tuyo es tener la razón a cualquier precio
(es decir, si te interesa más el imaginario respeto de los demás o la
imposición de tu punto de vista por medios diferentes a los de la verdad
consensuada) te recomendamos revisar Dialéctica erística o el arte de tener siempre la razón,
de Arthur Schopenhauer. Si lo tuyo, en cambio, es el temperamento
dialéctico, seguramente hallarás a Schopenhauer igualmente estimulante
(era uno de los favoritos de Nietzsche).
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