lunes, 23 de marzo de 2020

2º de Bachillerato: Historia de la Filosofía EVAU: El problema de Dios en Nietzsche

EL PROBLEMA DE DIOS EN NIETZSCHE

    La filosofía de Nietzsche es un vitalismo, es decir, hace de la vida la fuerza primigenia o energía fundamental, que se encuentra en constante devenir y transformación. La vida es algo cruel y destructor, pero también un potente impulso creador. No se asimila a la vida entendida como simple mecanismo biológico, sino que incluye todas las manifestaciones de la realidad: arte, Estado, religión…
   La vida, es, asimismo, el criterio de valor supremo, por lo que Nietzsche distingue entre “vida ascendente” potente y elevada y “vida decadente”, caracterizada por la reactividad, la pérdida de fuerza y de vigor
   Este vitalismo le lleva a criticar radicalmente la cultura occidental, que está en decadencia porque, según Nietzsche, ha adoptado una actitud excesivamente intelectual, contraria a la vida. Nietzsche tratará de hacer una genealogía es decir, hallar los orígenes de la crisis que atraviesa la cultura occidental en la época moderna. Y cree encontrarlos primero en el surgimiento del platonismo, y el posterior desarrollo de sus tesis en el marco del cristianismo, del idealismo (Kant, Hegel, Schopenhauer) y, últimamente, la ciencia moderna.
   En su libro El nacimiento de la tragedia (1871), Nietzsche, influido por Wagner y Schopenhauer, interpreta la tragedia griega desde los principios de lo apolíneo (Apolo = dios de la razón, equilibrio y medida) y lo dionisiaco (Dionisos = dios de la orgía, del instinto y de la vitalidad desbordada). Para Nietzsche, los griegos hicieron soportable el carácter terrible de la existencia creando un bello mundo ilusorio de representaciones artísticas (especialmente la tragedia), que expresaban el perfecto equilibrio alcanzado en su cultura entre lo apolíneo-formal y lo dionisiaco-vital. Lo ideal y lo real, el “cielo” y la “tierra” no se hallaban separados en el arte trágico, formando ambos una unidad plena, un círculo eterno. También los filósofos presocráticos, especialmente Heráclito, concibieron unidos ambos aspectos de la realidad, el ser y el devenir, lo permanente y el cambio, la razón (logos) y el mundo (fluir eterno).
   Sócrates representó el fin del equilibrio trágico griego y la puesta en entredicho del valor de la vida, al promover con su filosofía una desmesurada potenciación de la lógica, de la razón (Apolo), frente a la vida (Dionisos). La crítica de Sócrates divorció la razón del cuerpo y pasó a considerar lo racional como el único acceso a la virtud, instaurando la desconfianza hacia la vida instintiva y las pasiones.
   Platón, por su parte, consumó este error, desgajando la realidad en dos universos, inventando un mundo abstracto: el mundo "verdadero" de las ideas, frente al mundo "aparente" sensible, que se pasó a considerar como falso y engañoso, negando el testimonio de los sentidos. La desvalorización platónica de los sentidos supuso la supervaloración de la razón.
   Desde Platón, el error de la metafísica occidental ha consistido, pues, en sostener la existencia de un supuesto mundo superior, "verdadero" e "ideal", opuesto al mundo de la vida, que se niega como falso. Este error procede de considerar al lenguaje como algo autónomo, de modo que los conceptos de "lo justo", "el bien", los números o figuras geométricas, etc., parecen designar entes verdaderos, existentes por sí mismos, cuando en realidad no son más que palabras vacías. Para Nietzsche, estos conceptos universales no designan nada subsistente en sí; tienen una función vital, y una vez que la han cumplido, han de desecharse y sustituirse por otros más adecuados al flujo cambiante de la vida.
   Sin embargo, en la cultura occidental ha sucedido justo lo contrario: tales conceptos se han considerado como la auténtica realidad, como el "mundo verdadero", tanto en la Religión, como en la Metafísica, como en la ciencia, frente al mundo de la vida, que se ha tenido por "engañoso". Esta negación de la vida y su opresión por parte de la razón abstracta se ha expresado mediante el triunfo del sacerdote primero, del metafísico después, y del científico en la actualidad.
  Pero, según Nietzsche, el terreno donde se ha producido de modo más acentuado esta negación de la vida desde la abstracción racional es en la religión cristiana, cuyo concepto de Dios es profundamente contrario a la vida, pues niega los valores del instinto y del cuerpo como inferiores. Para Nietzsche la religión cristiana y su moral ascética y negadora de la vida son los principales síntomas de la decadencia, de la enfermedad, que atraviesa la vitalidad en la cultura occidental.
   En la Antigüedad, "bueno" era equivalente a "elevado espiritualmente", "noble", "bello", "aristocrático"; y "malo" equivalía a "ruin", "débil", "vulgar", "plebeyo": imperaba una moral de señores. Pero el cristianismo introdujo una moral del resentimiento, una moral de esclavos, que, llena de odio hacia la vida superior, invirtió los valores, considerando "buenos" a los hombres pequeños, mezquinos, humildes, ruines y bajos, mientras que los hombres nobles, superiores, elevados física y espiritualmente, eran calificados de "malvados". Desde entonces, el individuo vitalmente débil trata de rebajar al hombre superior, odiando su plenitud y fortaleza vital. Partiendo de una Divinidad que se halla fuera de la vida, condena todo lo generoso, noble, fuerte y elevado espiritualmente.
     Sin embargo, con la Ilustración y el avance de la ciencia, se ha producido un acontecimiento decisivo, lo que Nietzsche llama la "muerte de Dios", que implica la pérdida del fundamento religioso sobre el que se sustentaba el sistema de valores de nuestra cultura. Con ello, aparece el fenómeno característico de nuestra época: el nihilismo (del latín nihil: nada): al desaparecer Dios, todos los valores morales que se sustentaban en Él pierden su validez; el hombre deja de creer en ellos y su existencia se hunde en el vacío. Los vacíos “ídolos” de nuestra época: el “Estado”, el “Progreso”, la “Utilidad”, la “Ciencia”, la “Democracia” … en los que el hombre actual se esfuerza en vano por creer, tras la muerte de Dios, siguen ahogando los instintos vitales y las pasiones. Se trata de una época caracterizada por la “máxima oscuridad”, en la que triunfa una moral rebajadora, gregaria, racionalista, niveladora y democrática, síntoma de la debilidad, la desesperación y el hastío vital del hombre contemporáneo: “el último hombre”.
  Pero Nietzsche cree que el nihilismo tiene también un aspecto positivo: si “Dios ha muerto”, el hombre puede ejercer ahora un papel creador. El horizonte se encuentra abierto para que el ser humano pueda ejercer ahora libremente su creatividad sin trabas, produciendo valores nuevos. El encargado de superar el nihilismo será el superhombre.
   El superhombre, es aquel individuo que ha comprendido el verdadero sentido de lo que Nietzsche llama el eterno retorno: sabe que el tiempo es cíclico y que, por tanto, cada instante se repetirá infinitas veces, por lo que no sólo hay que querer vivirlo, sino también, mediante el ejercicio creador de la voluntad de poder, elevarlo, hacerlo único y lo más perfecto posible. El superhombre es aquel “espíritu libre” que, habiendo roto con cualquier tipo de “trasmundo” metafísico, ha logrado superar las "tres transformaciones del espíritu", que se describen en Así habló Zaratustra:

1) El espíritu humano, en un primer momento, es semejante al camello, ya que carga con el peso de la ley moral.
2) Después, es semejante al león: rompe con la moral formal y busca el conocimiento.
3) Por último, se asemeja al niño, cuando las acciones fluyen de él espontáneamente, buenas y bellas, sin estar sometido a restricción moral alguna externa a él mismo.
 
   El superhombre es, pues, aquel sujeto que dice "sí" a la vida, con todas sus consecuencias; no cree en la igualdad, ni en los valores que rebajan el poder de la vida, sino que ama al hombre y a la vida como un continuo experimento donde ensayar formas cada vez más valiosas, más elevadas y perfectas, más bellas.
   El superhombre es el filósofo-artista del futuro: como filósofo, practica un nihilismo activo, es decir, lleva a cabo un "filosofar a martillazos", que acaba con el Dios cristiano y los caducos valores de la moral tradicional, que se oponen a la vida; es, pues, un "inmoralista" que se sitúa "más allá del bien y del mal", pero sólo para, desde la plena libertad que ha alcanzado, llevar a cabo una transvaloración de todos los valores vigentes, sustituyéndolos por otros capaces de potenciar la vida al infinito.



En este breve vídeo os ofrezco una explicación del problema de Dios en Friedrich Nietzsche (1844-1900), fundamental para la EVAU en este autor.

sábado, 14 de marzo de 2020

2º de Bachillerato: Historia de la Filosofía EVAU: El problema del ser humano y el problema de la sociedad/política en Marx


EL PROBLEMA DEL SER HUMANO Y EL PROBLEMA DE LA SOCIEDAD/POLÍTICA EN MARX

1)    EL PROBLEMA DEL SER HUMANO EN MARX:

   La filosofía de Marx es un humanismo materialista. Frente al idealismo de Hegel, Marx sostiene que el hombre no es principalmente espíritu ni conciencia, sino un ser material y sensible; y, por otra parte, aunque toma de Hegel la concepción dialéctica de la historia, para Marx el motor de la historia no es la contradicción entre diferentes sistemas de ideas, sino las contradicciones económicas y la lucha de las clases sociales, enfrentadas entre sí. Si para Hegel la filosofía es, sobre todo, simple teoría, para Marx, como afirma en su famosa Tesis XI sobre Feuerbach, la filosofía no tiene la misión de explicar la realidad, sino que debe transformarla.
   Asimismo, frente al materialismo de Feuerbach, Marx va a mantener que lo que hace desgraciado al hombre no es la alienación religiosa, sino que el hombre busca refugio en las ficciones de la religión porque experimenta una alienación real, mucho más profunda e importante: la alienación económica, causada por las condiciones que impone el actual modo de producción capitalista. Es esa alienación económica la que hay que criticar y suprimir, si se quiere que el hombre recupere su dignidad perdida.
   En sus Manuscritos económico-filosóficos (1844), Marx sostiene que no existe una “esencia humana” en general, sino que el hombre es un ser activo, que se hace a sí mismo, mediante su actividad práctica (praxis), es decir, por su trabajo, el cual le pone en contacto con otros seres humanos, con los que forma la sociedad y transforma la naturaleza. De manera que la esencia humana no es otra cosa que el conjunto de relaciones sociales que entablan los hombres entre sí, a lo largo de la historia.
     El trabajo es, pues, la manifestación por excelencia del hombre, porque gracias al trabajo el hombre crea sus condiciones de vida y se crea a sí mismo. Pero en el modo de producción capitalista, el trabajo se ejecuta en unas condiciones que no realizan plenamente al hombre, sino que lo alienan, es decir, lo llevan a perderse en un mundo de mercancías, que termina por oprimirlo. Es esa alienación económica la que trata de enmascarar la ideología política, jurídica o religiosa creada por la sociedad burguesa, para justificar una situación económicamente injusta, e injustificable.
   La alienación que experimenta el ser humano en el modo de producción capitalista es, según Marx, cuádruple, y afecta tanto a los trabajadores como a los capitalistas:
1)    El trabajador está alienado respecto del producto de su trabajo, que, transformado en capital, se convierte en un poder extraño e independiente de él, que termina por dominarlo. En virtud de esta primera forma de alienación el trabajador experimenta la DESPOSESIÓN del producto que ha creado.
2)    El trabajador, además, está alienado respecto de su propia actividad laboral, porque su trabajo tampoco le pertenece, pertenece al capital, quien termina convirtiéndolo en una pieza más de la cadena de producción. Por esta segunda forma de alienación, el trabajador sufre una completa DESPERSONALIZACIÓN.
3)    En el modo de producción capitalista, el ser humano está alienado respecto de la naturaleza, porque este modo de producción solo ve en ella una fuente de recursos a explotar. Por esta tercera forma de alienación, el ser humano sufre una DESNATURALIZACIÓN.
4)    Finalmente, en el modo de producción capitalista todos los seres humanos se encuentran alienados entre sí, porque en el trabajo alienado se corta toda relación verdaderamente humana: cada uno trabaja para sí mismo, y no ve a los otros más que como competidores o explotadores. Esta alienación se traduce en una completa DESHUMANIZACIÓN.
   Para Marx la supresión de la alienación económica sólo puede producirse si tiene lugar una emancipación de los trabajadores mediante una revolución social.
   El proceso revolucionario requiere que el proletariado adquiera primero conciencia de clase, es decir, cobre conciencia de su injusta situación, y pase a entablar una lucha de clases que termine por derrocar el sistema económico que la ha creado. La acción revolucionaria ha de dirigirse, principalmente, a suprimir la propiedad privada de los medios de producción (tierra, industria, fábricas…), que han de pasar a manos de sus legítimos dueños: campesinos y trabajadores, e instaurar una sociedad comunista, donde las relaciones entre mercancías (dinero) sean sustituidas por verdaderas relaciones humanas: sólo entonces empezará la auténtica historia de la Humanidad.

2)    EL PROBLEMA DE LA SOCIEDAD/POLÍTICA EN MARX:

   La concepción de la sociedad y de la política de Marx recibe el nombre de materialismo histórico y se encuentra expuesta en el libro La ideología alemana (1845-1846), que Marx escribió en colaboración con su amigo Engels.
   Se trata de una teoría según la cual la fuerza propulsora de los cambios históricos no proviene de las ideas (como creía Hegel), sino de las transformaciones que experimenta la economía, transformaciones que luego provocan cambios ideológicos en la sociedad.
   Marx distingue en toda sociedad dos aspectos: la INFRAESTRUCTURA ECONÓMICA y la SUPERESTRUCTURA IDEOLÓGICA.
a)    Dentro de la INFRAESTRUCTURA ECONÓMICA que es la base real de la sociedad se distinguen las fuerzas productivas y las relaciones de producción. Las fuerzas productivas incluyen la fuerza del trabajo y los medios de producción (tierra, máquinas, tecnologías, materias primas…), mientras que las relaciones de producción son las relaciones que establecen los hombres entre sí en el proceso productivo (división del trabajo, régimen de propiedad, sistemas de distribución y cambio).
La unidad constituida por las fuerzas productivas y las relaciones de producción es denominada por Marx MODO DE PRODUCCIÓN (Marx señala que a lo largo de la historia se han sucedido cuatro modos de producción: oriental, esclavista, feudal y burgués-capitalista).
Las relaciones de producción generan una división de la sociedad en diferentes clases sociales, unas económicamente dominantes, y otras dominadas.
b)    La infraestructura económica condiciona la SUPERESTRUCTURA IDEOLÓGICA de la sociedad, es decir, las formas de conciencia o ideología de esa sociedad. La ideología vigente en una sociedad histórica no es sino el conjunto de representaciones mentales políticas, jurídicas, morales, religiosas, artísticas, científicas, filosóficas, en las que se refleja en la mente de los hombres de esa época el modo de producción económica vigente en la sociedad a la que pertenecen.
La ideología vigente en una determinada época es la impuesta por la clase dominante en ese momento histórico, de manera que dicha ideología tiende a justificar la estructura económica existente. Como dice Marx: “el poder material dominante en la sociedad es, al mismo tiempo, su poder espiritual dominante”.
c)    Pero las fuerzas productivas están en constante cambio y desarrollo, mientras que las relaciones de producción permanecen invariables, de manera que, a la larga, terminan por obstaculizar el desarrollo de tales fuerzas.
Se produce entonces una contradicción interna (dialéctica) en el modo de producción que, si se acentúa, produce inevitablemente una revolución social, la cual deja paso a un nuevo modo de producción, entrándose así en una nueva etapa de la historia. (P. ej.: la Revolución Francesa, o la Revolución bolchevique)
d)    El cambio en la infraestructura económica altera lógicamente el conjunto de la superestructura ideológica. Al cambiar las condiciones de vida de los hombres, se modifican sus ideas, sus concepciones y su propia conciencia, y la nueva clase dominante impone su propia ideología; así pues, en la teoría social de Marx los cambios ideológicos se derivan de los cambios en la producción material.
e)    Marx considera que, con la futura revolución comunista y la victoria del proletariado sobre la burguesía capitalista, éste impondrá su propia ideología, que responde, no a los intereses particulares de una clase concreta como ha venido sucediendo hasta ahora a lo largo de la historia, sino a los intereses de toda la Humanidad (puesto que el proletariado constituye la inmensa mayoría de la población mundial).
   El materialismo histórico es, pues, una filosofía de la historia en la que los cambios históricos están producidos principalmente por el desarrollo de las fuerzas productivas, especialmente el trabajo humano. Esto significa que, para Marx, el hombre es el actor principal de la historia, si bien ésta sólo puede avanzar al precio de contradicciones y luchas entre las clases sociales, enfrentadas económica e ideológicamente entre sí.

   También os ofrezco estos dos pequeños vídeos que he hecho, en relación con los dos problemas más importantes en Marx: el problema del ser humano:



Y el problema de la sociedad/política: