EL PROBLEMA DE LA ÉTICA /MORAL EN JÜRGEN HABERMAS
Jürgen
Habermas (1929-) es el principal representante de la llamada “segunda
generación” de la Escuela de Frankfurt, que se ha ocupado de llevar a cabo una
síntesis entre la filosofía de Marx, Kant y la filosofía analítica del lenguaje
anglosajona.
Habermas distingue tres clases de acciones humanas, que en la vida
cotidiana están mezcladas entre sí:
a)
Acción instrumental o estratégica: es de tipo manipulativo,
y se propone buscar estrategias para conseguir un fin o un objetivo dirigido
por los intereses egoístas del sujeto. Se expresa en la ciencia y la técnica.
b)
Acción comunicativa: es la acción orientada a la comprensión,
es decir, a interpretar y dar sentido a las acciones de los demás. A través de
ella, los hombres se relacionan como sujetos racionales, éticos y políticos.
c)
Acción dramatúrgica: es la acción orientada a dar expresión
a los estados internos del sujeto, es decir, a sus deseos, emociones y
personalidad.
La
acción instrumental y la comunicativa son muy diferentes: la primera pretende
controlar y manipular la naturaleza y la sociedad, influyendo en la conducta de
lo demás; la acción comunicativa trata de motivar a los demás, para que su
conducta sea más racional y ética.
Partiendo de esos presupuestos, Habermas expone una ética del discurso, que guarda semejanzas con la ética de Kant,
porque pretende ser universal y formal
como ella, aunque añadiéndole una dimensión social que Habermas toma de Marx.
El
discurso es una acción comunicativa, en la que los participantes dialogan en
una situación ideal. Para que el discurso pueda constituirse, se requieren dos
condiciones:
1ª) Libertad para que los participantes puedan decir lo que piensan
sin restricciones ni coacciones externas.
2ª) Igualdad de los participantes en la
discusión, para que el peso de cada uno de ellos en la misma sea igual.
Si no
se cumplen estas condiciones, el diálogo estaría sesgado y limitado por el
poder de un grupo para imponer a los demás interlocutores sus intereses y
preferencias, y las conclusiones del diálogo no estarían socialmente
consensuadas.
La
ética del discurso de Habermas se basa en dos principios: el principio del discurso y el principio de universalidad: según el
primero de ellos, las únicas normas legítimas son aquellas que establecen los
participantes en un discurso que cumplen las condiciones mencionadas; según el
segundo principio, las normas del discurso deberán ser aceptables para todos
los miembros del grupo al que afecta. Ambos principios corresponden a una situación imaginaria e hipotética,
porque, en realidad, siempre se dan estructuras de poder y estrategias de
manipulación que distorsionan el proceso de dar, evaluar y exigir razones.
Habermas distingue entre el mundo
de la vida, que se rige por la acción comunicativa y el sistema, es decir, las estructuras
creadas y dirigidas por la razón instrumental o estratégica. En las sociedades
tribales ambos mundos prácticamente coincidían, pero en las sociedades
capitalistas se ha ido separando el sistema (empresas, bancos, grupos
industriales, medios de comunicación…) del mundo de la vida, que se ha visto colonizado por aquél, de manera que las
relaciones humanas han quedado sometidas a la lógica abstracta de la razón
instrumental, el interés, el beneficio y la utilidad.
Habermas ha aplicado la teoría de la acción comunicativa a la
justificación del Estado democrático. Sólo una Constitución democrática, cuyo derecho se fundamente en normas
consensuadas dialógicamente, puede reconciliar el sistema con el mundo de la
vida.
Dentro
de una constitución verdaderamente democrática son fundamentales los procedimientos, los procesos de deliberación, las instituciones
en que éstos se llevan a cabo y los procesos
de control sobre ellas. Habermas defiende, por tanto, una democracia procedimental y deliberativa:
lo esencial es que las leyes y las normas estén consensuadas, y surjan por un
proceso de deliberación, que tiene lugar en instituciones que constituyan y
garanticen la libertad del discurso.
La
Constitución es fundamental en la creación de un Estado democrático moderno.
Estos Estados son ya multiculturales, por lo que Habermas habla de un “patriotismo constitucional”, es decir,
un patriotismo que no se basa en elementos religiosos o raciales, como sucede
en los nacionalismos excluyentes sino en compartir o identificarse con un
proyecto ético-político que se plasma en valores y derechos contenidos en la
Constitución y en la noción paralela de “ciudadanía”. Se trata de un
patriotismo basado en cierto modo de vida, en el que se pueden incluir
individuos de diferentes etnias y religiones. Desde esta perspectiva, una
Constitución basada en la democracia deliberativa expresa para Habermas no solo
un marco legal y jurídico, sino ante todo un proyecto ético.
Seguidamente, os ofrezco un breve documental dedicado al problema de la ética y la moral en Jürgen Habermas, fundamental para la EVAU en este autor: