martes, 19 de febrero de 2013

2º de Bachillerato: Filosofía política de Descartes

Descartes y la Reina Cristina de Suecia

   

   En el plano político (como señala Luis Díez del Corral, en su artículo "Historia y política en la vida y obra de Descartes" [Estudios de ciencia política y sociología. Homenaje al profesor Carlos Ollero, Madrid, 1972, pp. 69-81]), Descartes siempre supo acudir a los poderosos, y tuvo un claro sentido del peso de las instancias políticas, intelectuales y espirituales que dominaban la escena de la época. De ahí su respeto a ultranza hacia los dogmas de la Iglesia católica, así como la amistad que mantuvo con la princesa Elisabeth del Palatinado, o la Reina Cristina de Suecia.
   "Mucho se ha discutido -dice del Corral- sobre las ideas o las opiniones políticas de Descartes, pretendiendo detectar criterios reformadores y aún revolucionarios en pliegues escondidos de sus escritos; pero lo cierto es que, si abandonamos el terreno de las interpretaciones hipotéticas, y nos atenemos a los hechos concretos de la biografía del filósofo y al texto de sus obras y de su correspondencia, no se puede menos de pensar que sus palabras en materia política respondían a una actitud auténtica y seria. La suspensión de su crítica, en lo que a las materias políticas se refiere, no fue cuestión de mera cautela. Acaso de sus premisas filosóficas tenían que derivarse lógicamente conclusiones reformadoras o transformadoras de las instituciones políticas; pero el filósofo no fue consciente de tal conexión deductiva o se esforzó por acallar su conciencia, sobre la que pesaban creencias, devociones y acaso también reflexiones profundas, más o menos explícitas, sobre la índole peculiar de las estructuras políticas y sociales.
   "El caso es que debemos pensar, a la luz de los hechos concretos de la biografía de Descartes, que fue sincero consigo mismo cuando en la segunda parte del Discurso del método escribe: "No puedo aprobar de ninguna manera a esos hombres de humores agitados ("humeurs bouillonnés") e inquietos que, no estando llamados ni por nacimiento ni por su fortuna al manejo de los negocios públicos, no dejan de hacer en ellos, en idea, alguna nueva reforma; y si se pensara que hay la menor cosa en este escrito por la cual pudiera sospecharse que incurre en semejante locura, estaría muy arrepentido de haber autorizado su publicación. Jamás mi intención ha ido más allá de intentar reformar mis propios pensamientos, ni de construir sobre un fondo que es completamente mío ("de bâtir dans un fond qui est tout à moi")."
   "El pensamiento cartesiano, cualquiera que fuese su ulterior, incluso lógica evolución, está originalmente dividido, por radicales dualismos: res extensa, res cogitans, cuerpo y alma, intuición intelectual y sensibilidad, orden intelectual y orden social. Este último puede llegar incluso a introducirse en la esfera de la misma ciencia, con sus sólidos y autónomos fundamentos intelectuales. Por ejemplo, la teoría sobre el movimiento de la tierra estaba considerada como innovadora en el orden político-social. Descartes no comprende por qué razón, pero en tanto que así ocurre, el filósofo, sin detrimento de la teoría, respeta la vigencia social.
   "También en el campo de la vida política las fronteras no son tajantes. Sobre Grecia escribe: (...) "Creo que si Esparta ha sido antaño muy floreciente, no ha sido a causa de la bondad de cada una de las leyes en particular, puesto que varias de ellas eran muy extrañas e incluso contrarias a las buenas costumbres, sino a causa de que, no habiendo sido inventadas más que por uno solo, todas tendían al mismo fin". Abundando en la misma idea, típicamente cartesiana, escribe en el mismo Discurso que, "frecuentemente no hay tanta perfección en las obras compuestas de varias piezas y hechas por diversos maestros, que en aquellas donde uno solo ha trabajado. Así se ve que los edificios iniciados y acabados por un solo arquitecto suelen ser más bellos y estar mejor ordenados que aquellos que han tratado de arreglar varios arquitectos, utilizando viejos muros que habían sido construidos para otros fines".
   "A continuación, Descartes compara las antiguas ciudades, que han comenzado por ser aldeas y se han convertido con el correr del tiempo en grandes urbes, con las plazas regulares que un ingeniero traza a su fantasía sobre una llanura. "En las primeras es posible hallar edificios aislados que encierren tanto arte e incluso más que los de las segundas; sin embargo, cuando se observa cómo están ordenados, aquí uno grande, allí uno pequeño, y cómo hacen que las calles sean curvas e irregulares, diríase que los ha dispuesto más bien la fortuna que la voluntad de algunos hombres, empleando la razón". Se ha querido deducir de tales observaciones un oculto designio racionalista, ordenador y revolucionario en materia política por parte de Descartes. Pero, en definitiva, ¡qué mejores agentes de un tal designio que los monarcas absolutos que por todas partes, y principalmente en Francia, planeaban nuevas ciudades cortesanas, parques geométricamente trazados y nuevas fortificaciones concebidas con depurada racionalidad militar!
   "Mas, incluso frente a tales intentos reformadores, Descartes se muestra en diversos pasajes de su obra y de su correspondencia partidario de dejar entregadas las estructuras sociales y políticas al lento modelado de la tradición. Los grandes cuerpos sociales han ido creciendo en el curso del tiempo y resulta peligroso intentar reformarlos radicalmente por iniciativa particular. Una vea abatidos, es muy difícil volver a levantarlos, y también lo es incluso mantenerlos en pie cuando se han visto sacudidos; sus caídas no pueden menos de ser muy rudas. "Además, en cuanto a sus imperfecciones, si es que las tienen, como tan solo la diversidad que entre ellos se da basta para asegurar que las tienen, el uso las ha limado sin duda grandemente, e incluso ha evitado o corregido muchas de ellas, a las que no se podría proveer por prudencia; y, en fin, resultan casi siempre más soportables que su cambio, de la misma manera que los grandes caminos que dan vueltas entre las montañas se van haciendo poco a poco tan lisos y cómodos a fuerza de ser frecuentados, que es mucho mejor seguirlos que pretender marchar derechamente escalando sobre las rocas y descendiendo hasta lo profundo de los precipicios".
   Descartes se presenta en estas líneas como un auténtico pensador político conservador y aún incluso tradicionalista. El uso, la costumbre van dando paulatinamente las la forma a las instituciones. sus imperfecciones tienden a mitigarse, como las desigualdades del camino con el paso de los transeúntes. La historia configura con su ponderado proceso las realidades socio-políticas, y actúa de continuo como instancia moderadamente reformadora. Trátase de una historia anónima, tejida de creencias, de hábitos, de rutinas, de convenciones acomodaticias, y que llega segura, cierta, al mismo umbral de nuestra actualidad. No es algo fantástico cómo el contenido de aquellas fábulas e historias que leyera Descartes estudiante y que estaban escritas en libros eruditos y no sobre el "gran libro del mundo". "Los que regulan sus costumbres por los ejemplos que extraen de las historias -dice Descartes- están llamados a caer en las extravagancias de los paladines de nuestras narraciones y a concebir designios que sobrepasan nuestras fuerzas". Usa Descartes el término paladín, refiriéndose sin duda a los héroes legendarios del séquito de Carlomagno o del Rey Arturo, o acaso acordándose del Amadís de los libros de Caballería, por quien se sintió especialmente atraído."
   Más información sobre este tema en el excelente artículo de Víctor Samuel Rivera: Descartes y el emperador: La filosofía política de Descartes

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